miércoles, 26 de enero de 2011

Cómo y desde dónde miramos y abordamos los conflictos sociales?

Durante el último tiempo y a propósito de la tragedia ocurrida en Santiago, en la cárcel de San Miguel en el mes de diciembre, nuevamente se abrió paso a la discusión pública de los contextos de y en riesgo social. Chile tiene gran conexión con la imagen, la prensa, el escándalo, por lo que es muy característico que cuando ocurre algún hecho de relevancia, todos  comentamos al respecto, tomamos una postura crítica  y/o hacemos referencia a lo que hemos leído o visto en algún medio de prensa. No obstante, temas como éste requieren algo más que un análisis circunstancial de los hechos sucedidos.
Junto con la noticia de San miguel, se abre nuevamente el dialogo respecto de la “intervención” la “reinserción”, y una serie de términos relacionados con esta temática. El tema es para mí  algo más estructural y de base, que está directamente relacionado con el blog previo “k tiene k fallar para k un niño llegue a vivir a la calle? O Nos gustaría ayudar pero…” de
Según la ONU, la prevención  es «la adopción de medidas encaminadas a impedir que se produzcan deficiencias físicas, mentales y sensoriales (prevención primaria) o a impedir que las deficiencias, cuando se han producido, tengan consecuencias físicas, psicológicas y sociales negativas», desde esta definición podemos rescatar tres niveles claves en la prevención: primaria, como aquella que busca identificar y reducir factores de riesgo  que favorecen el desarrollo de las diferentes problemáticas y/o conflictos, tiene relación con la anticipación a situaciones de vulneración social; la secundaria busca definir a grupos sociales, familias o individuos en riesgo social, en otras palabras, intenta definir contextos sociales y/o individuales que se conformen en factores de riesgo y den así paso a una situación de vulneración;  finalmente la terciaria, que es la más compleja y lamentablemente la más utilizada, ya que actúa una vez sucedidas las situaciones de vulneración, por lo cual ya se ha generado alguna consecuencia ya sea física, psicológica y/o social a un individuo o una comunidad, de modo que la intervención cumple la función de reparación del daño causado, y debe por lo mismo, involucrar más recurso tanto humano como económico, y no llegando muchas veces a abordar la situación en su totalidad.
Bajo las definiciones anteriores, creo que lamentablemente los esfuerzos y trabajos hoy enfocados en las situaciones y/o contextos sociales de riesgo, no son eficaces, debido principalmente a que las intervenciones realizadas o diseñadas para abordar dichas temáticas tienden a ser puntuales, aisladas, centradas en prevenir las consecuencias (prevención terciaria) y generar control social, por lo que se vuelven insuficientes. Asimismo, uno de los requerimientos básicos para que esta intervención sea efectiva tiene relación con la intersectorialidad, y como las redes sociales y los organismos públicos se conectan para aunar esfuerzos y enfocar el trabajo desde una mirada integral y complementaria, aspecto que se vuelve hoy uno de los mayores nudos críticos, debido a la falta de retroalimentación, alineación y falta de voluntad ante trabajo colaborativo real y estructurado.
Un claro ejemplo de lo anterior se observa en los Centros de SENAME, realidad que tengo el gusto de conocer, y que engloba y evidencia todas las dificultades antes señalas. En la implementación de los proyectos, se observa una evidente carencia de un diagnóstico situacional y de población objetivo acabado, por lo que los proyectos y las directrices de intervención son inconclusos y están siempre en constante modificación y acomodamiento. Debido a ello, los intervinientes a cargo, diariamente realizan esfuerzos personales para realizar un trabajo que busca ser profesional y especializado, pero muchas veces estas intervenciones se vuelven situaciones aisladas y tienen poco impacto. Más aún, en el área de Infracción de Ley, las orientaciones de trabajo están orientadas sólo a la prevención terciaria, las cuales tampoco se encuentran totalmente sistematizadas, descartando que son un evidente y claro foco de diagnóstico, que permitiría retroalimentar a la red social, de modo de construir una cadena que favoreciera y promoviera la intervención y la prevención en contextos de alto riesgo social.
En conclusión y debido a lo anterior, se hace necesaria y urgente la comprensión global de los fenómenos sociales y culturales que hoy nos afectan, de modo de dar un vuelco positivo a todas las problemáticas que generan dolor, temor e insatisfacción social. La intervención y la prevención-en cualquiera de sus niveles- requieren investigación, conocimiento de la realidad, reflexión, planificación, evaluación, trabajo en equipo, visión de conjunto, enriquecimiento de nuestros conocimientos, iniciativa, creatividad, alineación de los organismos intervinientes e inclusión de los diversos participantes (individuo, familia, comunidad e instituciones), de modo que éstas sean significativas y logren continuidad. Es así, que además para que la prevención tenga efectos a corto, mediano y largo plazo, ésta debe ser sistemática y permanente, cuyo eje central debiera estar orientado en la Educación, entendida como “Educación para la vida” y dispuesta a favorecer, promocionar y facilitar la participación y el protagonismo de TODOS los sectores sociales.
Ahora, el desafío es cómo cada uno de nosotros desde el lugar que ocupa y los conocimientos que posee, se “hace cargo” y favorece el desarrollo de esta comprensión…
Escrito por: Marcia Donoso Aravena

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